Con motivo de la celebración del Día del Agrimensor y la Agrimensora, compartimos una reflexión de la Escuela de Agrimensura de la FCEIA sobre el presente y futuro de la profesión.
¿LA PROFESION DE AGRIMENSOR TIENE FUTURO?
Hace muchos años, en 1996, se celebró en Argentina un Simposio Internacional de Agrimensura, organizado por la Federación Internacional de Geometras (FIG), en esa ocasión uno de los más importantes disertantes fue el prestigioso Prof. Dr. Ian Williamson, de la Universidad de Melbourne, Australia, quien es una referencia mundial en materia de Catastro, sistema Torrens y Agrimensura Legal.
Hace poco tiempo el Prof. Williamson publicó un artículo que lleva por título el de esta nota. Sus conceptos, aunque pertenecen a otro país, son, en muchos aspectos, aplicables al nuestro. Australia y Argentina son países que pertenecen al hemisferio sur y fueron similares en algún momento, razón por la cual los parámetros de ambos lugares se utilizan para comparación. Una de las grandes diferencias es que australianos y argentinos fueron colonizados por diferentes culturas, una inglesa y la otra española, con sus ventajas y desventajas.
He aquí un resumen de su publicación titulada en su original en inglés: «Does the cadastral surveying profession have a future?» (la traducción completa fue realizada por el colega cordobés José M. Ciampagna, los textos íntegros en inglés y español están disponibles en su blog: “El Profe José”)
El artículo analiza el profundo cambio que enfrenta la profesión de agrimensura, centrado en el contexto australiano pero con reflexiones relevantes para otras regiones como Latinoamérica. Se sostiene que, aunque la profesión atraviesa una crisis de identidad por factores como los avances tecnológicos, la desregulación, la globalización y la expansión explosiva de la geomática, aún conserva fortalezas fundamentales que pueden asegurarle un futuro solamente si sabe adaptarse.
Puntos principales:
1. Desafíos actuales:
a. Pérdida de relevancia de la Agrimensura tradicional por avances de otras disciplinas tecnológicas.
b. Disminución del número de estudiantes que buscan graduarse como agrimensores.
c. Menor influencia del Catastro y los Registros en la formación y práctica profesional.
d. Aumento de técnicos trabajando en áreas afines como la información espacial, los SIG, la cartografía digital y la teledetección, sin identificarse con la formación universitaria tradicional de la Agrimensura
2. Oportunidades:
a. El desarrollo de las Infraestructuras de Datos Espaciales (IDE) posiciona a los agrimensores como actores clave en la gestión territorial y ambiental.
b. La digitalización, el auge de Internet y la globalización pueden ampliar el campo de acción hacia la geomática y las tecnologías de información territorial.
c. El trabajo internacional en proyectos de reforma catastral en países en desarrollo ofrece experiencia y prestigio profesional.
3. Propuestas de futuro:
a. Reestructurar y reformular los planes de estudios para ampliar la formación profesional a todos los campos de la información y la gestión integral del territorio.
b. Internacionalizar las prácticas y abandonar visiones localistas.
c. Enfocar la formación universitaria en competencias de gestión y registración territorial, seguridad jurídica en la transmisión inmobiliaria, información geoespacial y visión global.
d. Aceptar el cambio como una constante histórica y evolucionar desde una visión estática hacia una dinámica y adaptativa. La Agrimensura del siglo XXI no puede ser la misma del siglo XX
4. Conclusión:
La profesión tiene un legado valioso y fortalezas estratégicas que aún son necesarias para la sociedad, como la sinergia entre la medición científica y la gestión territorial. Sin embargo, para sobrevivir y prosperar, debe adaptarse activamente a los cambios tecnológicos, institucionales y sociales. De lo contrario, corre el riesgo de convertirse en un pequeño reducto conservador y marginal.
La Agrimensura, durante mucho tiempo pensada como la columna vertebral del ordenamiento territorial y del desarrollo inmobiliario, atraviesa una crisis silenciosa pero profunda. Ya no basta con saber medir ni trabajar con los límites legales: los avances tecnológicos, la expansión de la geomática, la digitalización de los registros territoriales y el emerger de nuevos actores han desplazado al agrimensor tradicional a una zona de confort cada vez más estrecha. El caso australiano, analizado por el Prof. Williamson, es claro ejemplo de una realidad que no es ajena en Argentina ni en América Latina.
En nuestro país, como en tantos otros, las viejas estructuras institucionales: los colegios profesionales, los Catastros y Registros y los planes de estudio universitarios, no han sabido adaptarse con la velocidad que impone la revolución digital y hoy son estructuras burocráticas, anquilosadas y obsoletas. Persisten aún modelos formativos y colegiales centrados sólo en la Mensura, el Catastro y la Topografía, cuando el mundo reclama profesionales capaces de interpretar, gestionar, planificar y visualizar dinámicamente el territorio.
¿Tiene entonces futuro la profesión? Sin duda, pero sólo si se anima a transformarse. El nuevo agrimensor deberá hablar el lenguaje de la inteligencia geoespacial, combinar saberes técnicos con una visión social más amplia, y asumir que la información territorial es un bien estratégico para el desarrollo.
Si el Catastro fue durante siglos una institución del poder del Estado para utilizarlo como herramienta fiscal para el cobro de impuestos, hoy puede reconvertirse en una herramienta abierta a la comunidad, para facilitar el acceso a la tierra y coadyuvar a la seguridad jurídica de la propiedad privada.
Debemos pensar una nueva Agrimensura, en la cual abandonemos viejos conceptos arraigados en nuestra actividad, como considerar a la profesión como “auxiliar del Catastro”, cuando en realidad debería ser a la inversa, es decir, que el Catastro sea un auxiliar del agrimensor, en cuanto registra y publicita la propiedad territorial a partir del trabajo del agrimensor; en la medida que estos paradigmas no cambien sustancialmente, la profesión seguirá sumida en una profunda crisis de identidad que puede poner en riesgo su futuro.