3 de junio 2015. El femicidio de una joven, Chiara Páez. El horror. El grito de las mujeres tomando las calles para decir que nuestras vidas valen. Que no somos desechables.
Toman el espacio público, ese espacio tradicionalmente destinado a los varones.
El movimiento de mujeres interpela a la sociedad y al estado que no garantiza su derecho a vivir una vida libre de violencia.
Chiara Páez tenía 14 años y estaba embarazada cuando fue asesinada a golpes en la localidad de Rufino, provincia de Santa Fe, en 2015. Su cuerpo fue encontrado en la casa de su novio Manuel Mansilla, de 16 años, enterrado en el patio. Según trascendió el agresor la mató por no querer abortar.
Ese no ha sido el último femicidio que conocimos, una mujer muere cada 30 horas en nuestro país, pero con cada nuevo golpe hubo más lucha, familiares de víctimas y el movimiento de mujeres intentan transformar en lucha el dolor.
El 27 de mayo se cumplieron 29 años del asesinato de Carolina Aló. Carolina tenía 17 años cuando su novio Fabián Tablado la mató con 113 puñaladas, supuestamente porque no quería tener un hijo, con antecedentes de hechos de violencia que no se pudieron advertir o dimensionar. Su papá, Edgardo Aló, quien viene sosteniendo una lucha por difundir y prevenir la violencia entre las y los jóvenes, comenta que en una oportunidad a Carolina le quebraron el tabique nasal en la escuela. Cuando se presenta a pedir explicaciones en la institución le informan que efectivamente se había “peleado” con Tablado pero que ya lo habían amonestado y a Carolina también.
Si hoy leemos con sorpresa algunos datos es porque ya la violencia contra las mujeres no es algo natural y se ha recorrido un largo camino para develarla y dejar de naturalizarla.
Los femicicidios de Chiara, Carolina, Micaela, no son hechos aislados, obra de personas enfermas. Como decimos: son hijos sanos del Patriarcado. De un sistema que dice quién tiene el poder y quien está en una posición subalterna. Son crímenes de poder y de odio. En estos ejemplos advertimos que las mujeres no pueden disponer de sus cuerpos. Sus cuerpos y sus decisiones dependen de otro. Son la demostración de quien manda y a quien hay que obedecer o de lo contrario se puede pagar con la propia vida.
El femicidio es la forma de violencia extrema contra las mujeres. El que vemos en el extremo superior del iceberg de la violencia de género y que tiene una base poderosa para concretarse.
Es el asesinato misógino de una mujer por el hecho de serlo. Expresión de la cultura patriarcal, la máxima expresión de violencia contra la mujer, el extremo de un continuo de violencia sexista.
Los femicidio ocurren porque hay una sociedad que es muy tolerante con la violencia contra las mujeres que se expresa en muchos ámbitos y de diversos modos.
Las primeras académicas que nos hablaron de la violencia contra las mujeres la definieron como un mecanismo de control, sujeción, opresión, castigo, que parte de un sustrato patriarcal y genera poder para los hombres.
La violencia contra las mujeres es una violación a los Derechos Humanos, como lo afirman los Tratados Internacionales incorporados a nuestra Constitución Nacional.
A 10 años del 1° NI UNA MENOS, muchas de las conquistas que se han ganado en las calles están en riesgo.
Antes de la reforma del Código Penal con la modificación del artículo Nº80, en la práctica la incorporación de la figura del femicidio, al abrigo de las carátulas de “homicidio preterintencional” o “emoción violenta”, matar a una mujer podía pagarse con cinco años de prisión.
Recordemos el asesinato de Adriana Marisel Zambrano, ocurrido en Palpalá, Jujuy por su ex pareja, padre de su hija de 9 meses, cuando tenía 28 años de edad. El femicida José Manuel Alejandro Zerda mató a Adriana a golpes de puño, puntapiés y le pegó con un nivel de construcción en la cabeza. Al amparo de sus amistades políticas, según se pudo saber, el crimen se silenció. No salió en los medios y el asesino fue condenado a CINCO años de prisión.
La figura penal por la que Zerda fue condenado fue la de “homicidio preterintencional”, lo que significa que “la mató pero sin intención”. La familia de Adriana se contactó con La Casa del Encuentro, organización dedicada al trabajo con mujeres, niñas, niños y adolescentes desde una perspectiva de derechos humanos con el objeto de erradicar las violencias sexistas. Desde esta organización se abocan a comunicar el caso y crear en el año 2009 el “Observatorio de Femicidios en Argentina Adriana Marisel Zambrano”, desde esa fecha hasta la actualidad se realizan los informes que conocemos.
Como resultado de la lucha sin descanso de familiares de víctimas, organizaciones como la mencionada y del movimiento de mujeres se han obtenido en estos años importantes avances en lo jurídico: la Ley Brisa, de reparación económica para los hijos e hijas que perdieron a su madre a causa de un femicidio, la Ley Micaela que dispone la capacitación en género para los y las agentes del estado, la modificación del artículo 80 del Código Penal, en la práctica la ley de femicidio.
Pero nada de esto es para siempre. Si no se está alerta, siempre se puede retroceder.
Comparto unas palabras de Sonia Vaccaro, psicóloga argentina radicada en España, que ha realizado investigaciones en el tema violencias contra las mujeres: “si a una situación inicial desbalanceada se le aplica la división en partes iguales, lo único que se hace es profundizar ese desbalance entre las partes”.
No habrá igualdad ante la ley cuando matar a una mujer es tolerado por la sociedad y se puede salir impune con una justicia cómplice. No hay la tal pretendida igualdad ante la ley cuando somos desiguales, cuando nuestras vidas no valen.
No se puede abandonar la lucha porque es mucho lo que se perderá, recordemos las palabras de Simone de Beauvoir: "No olvidéis jamás que bastará una crisis política, económica o religiosa, para que los derechos de las mujeres vuelvan a ser cuestionados".
Y las palabras de Marcela Lagarde, antropóloga, feminista, ex legisladora mexicana: ¿Qué sería de las mujeres víctimas de feminicidio sin la voz de otras mujeres pidiendo justicia?
Ps. Adriana Gerbaudo
Coordinadora
Espacio de Atención de Situaciones de Violencia y Discriminación Basadas en el Género
FCEIA