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Jue, Mar

La Conferencia General de Pesas y Medidas (CGPM) aprobó en noviembre de 2018 la mayor revisión del Sistema Internacional de Unidades (SI) desde su creación en 1960. Se redefinieron cuatro unidades de base: el kilogramo, el ampere, el kelvin y el mol y se reformuló el metro, el segundo y la candela. 

“Esta modificación se venía discutiendo desde hace mucho años, se buscaba generar una unificación del sistema de medidas. En la vida diaria no va a tener relevancia, la implicancia es muy grande a nivel científico y tecnológico” explicó el docente de la FCEIA Dr. en Física Omar Fojón.

Las nuevas definiciones, que entraron en vigencia el pasado 20 de mayo, se basan en constantes de la naturaleza, en lugar de objetos, propiedades de materiales o experimentos teóricos irrealizables, como sucedía hasta la actualidad.  

Esto permitirá a los científicos que trabajan con el más alto nivel de exactitud realizar las unidades en diferentes lugares o momentos, con cualquier experimento apropiado y valor de la escala. Asimismo, abre posibilidades tecnológicas, tal como acortar la cadena de la trazabilidad en la industria.

“El kilogramo masa se definía en base a un objeto, y actualmente, el cambio radical es que ya no depende de eso sino que se apoya en contantes universales de la naturaleza que durante un transcurso prolongado de tiempo no van a cambiar” mencionó Omar.

El kilogramo estaba definido desde 1889 por la masa de un cilindro de platino-iridio conservado en el Bureau Internacional de Pesas y Medidas (BIPM) en la ciudad francesa de Sèvres, lo que implicaba que todos los países debían basar las mediciones de masa en un único artefacto. 

“Esta modificación genera una ‘democratización’ del saber, porque ya no es propiedad de ningún país el kilogramo patrón, ahora la definición de la unidad de masa está en mano de toda la comunidad científica” destacó el docente. 

La nueva definición del kilogramo se basa en la asignación de un valor numérico fijo a la constante de Planck y permitirá llevar a cabo su realización práctica con cualquier experimento que vincule la medición de masa con esta constante.

El ampere que se definía por un experimento imaginario que relaciona la fuerza entre dos cables infinitos con la corriente que circula entre ellos, se redefinió asignando un valor a la carga del electrón. 

El kelvin se definía en función de la temperatura en la que coexisten agua, hielo y vapor en equilibrio, proceso denominado “punto triple del agua”. Su nueva definición no depende de las propiedades de un material, sino que se realiza en función de la constante de Boltzmann.  El mol se redefinió asignándole un valor a la constante de Avogadro. 

El metro, el segundo y la candela sólo sufrieron cambios en la forma de expresar sus definiciones, dado que ya estaban basadas en constantes de la naturaleza.

 

Fuente de información: instituto Nacional de Tecnología Industrial

 

Para Beatriz, las personas tienen dificultad para encontrar en las matemáticas, en la física y en la química una significación al margen de hacer cuentas. Su propuesta, se basa en trabajarlas como una cultura, así como estudiamos la literatura y sus grandes movimientos,  se debería poder estudiar la física moderna, la física contemporánea o la física clásica. “Nosotros los profesores tenemos que estar preparados para hacer eso”, señaló. 
Para ella, es necesario trabajar contenidos conceptuales, procedimentales, actitudinales,  contenidos ligados a la ciencia de la educación, la historia y filosofía de la ciencia, para mostrar a las y los  estudiantes que la ciencia es viva. “Tenemos la impresión de que la física y la matemática no cambian, pero es sólo una ilusión. En la física, por ejemplo, trabajamos constantemente con nuevas tecnologías, incursionamos nuevos estudios, la ciencia evoluciona todo el tiempo”, destacó Beatriz Salemme. De acuerdo a su experiencia, se necesita una enseñanza diferente, no una enseñanza tradicional.
La especialista brasilera en Didáctica de la Enseñanza resaltó la importancia de que los docentes de los distintos niveles estén preparados, también, para adaptarse a los cambios generacionales y cuenten con las herramientas para que sus clases respondan a las nuevas demandas de los estudiantes. 
“Todos los años cuando recibo un grupo de alumnos que se que van a estar 5 años en la universidad para después salir al mundo del trabajo, me propongo como desafío pensar ¿qué mundo les espera de aquí a cinco años? ¿Cómo va a ser esa nueva generación de profesionales?” indicó Beatriz convencida de que año tras año son diferentes los objetivos que debe plantearse. “Tenemos el desafío de formar profesionales de otra generación” destacó.
La especialista en educación valoró la importancia de contar siempre con diferentes opciones metodológicas que permitan explorar distintas técnicas según el grupo con el que se esté trabajando. “A veces percibo con tristeza que muchos profesores dicen ‘yo enseño, si ellos aprenden es otro problema’ y no es así, es mi responsabilidad como docente que los estudiantes comprendan. Entonces nuestro gran desafío es estar alerta para encontrar la forma de que nuestros alumnos de hoy se interesen por lo que se está explicando”.
Entre las herramientas que utiliza en el aula es el trabajo con películas en las que se aborden temas de interés para ser tratados desde diversas disciplinas. Así por ejemplo, con uno de sus grupos de estudiantes de secundaria tomaron una escena del “Código Da Vinci” en la que aparece un código en formato de una secuencia de Fibonacci. “Tomando esa secuencia también trabajamos con su profesor de biología, conversamos con el profesor de historia, la profesora de física. El abordaje fue integral”, relató la especialista en educación.
 
“A mí me enseñaron cierta información de una manera puntual pero nos tenemos que dar cuenta que somos de otra época. A veces las personas no perciben la importancia del cambio generacional y hay que comprender que la enseñanza es un proceso dinámico que se retroalimenta” concluyó Beatriz.